Friday, December 14, 2018

Retos Sociales

            En la actualidad, tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico, existe un marcado estigma hacia las personas con farmacodependencia sin discriminar (la mayor parte de las veces) sobre el tipo de droga a la que son dependiente. Hay un rechazo y aislamiento social predispuesto que tienen implicaciones directas e indirectas en el proceso de tratamiento, recuperación y reintegración (si aplica) de las personas que abusan de los opioides.
            Cuando las personas están consumiendo/ utilizando el opioide, en muchos casos, no hay un control de la ruta administrativa, inocuidad de la misma y pureza del compuesto. Esto, como vieron o verán en publicaciones de este blog, lleva a la susceptibilidad de contraer distintas patologías, lo cual aumenta la dificultad para tratar y disminuir lo que ya es una epidemia (ver enlace de Opioid Overdose Crisis).
            Tratamientos con fármacos, psicológicos e incluso acercamientos multidimensionales (desintoxicación, apoyo farmacológico y social, entre otros) han ayudado a muchas personas, pero aún no es suficiente para trabajar la crisis y consigo el sinnúmero de comorbilidades asociadas.  ¿Por qué? Puede ser porque muchas de las personas con la dependencia no acceden voluntariamente a dichos tratamientos, porque quizá no han reconocido que tienen un problema o patología asociada o porque no tienen la accesibilidad física (transportación), económica y/o social para llegar a ellas. 
             Recientemente, salió un articulo sobre cómo la regulación y mercadeo de los opioides les ha dado a pacientes estadounidenses blancos un privilegio particular sobre la accesibilidad de estos. Dicho suceso, asociado a la sobredosis por opioides, ha provocado que la expectativa de vida de las personas blancas haya disminuido. Entonces, con este articulo se revelan dos cosas principales: que hay una marcada disparidad en el cuidado médico y políticas de fármacos y que el estigma hacia el abuso de opioides es uno racista y clasista.
Entonces, nos parece importantísimo comprender estos factores para atender adecuadamente la dependencia de opioides y consigo, las comorbilidades asociadas. Quizá haga falta un trabajo investigativo psicosocial, antropológico, económico exhaustivo para luego crear un plan de acción definitivo para los tratamientos de la “opioidependencia” y demás patologías asociadas a su abuso y mal uso.

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