En la actualidad,
tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico, existe un marcado estigma hacia
las personas con farmacodependencia sin discriminar (la mayor parte de las
veces) sobre el tipo de droga a la que son dependiente. Hay un rechazo y
aislamiento social predispuesto que tienen implicaciones directas e indirectas
en el proceso de tratamiento, recuperación y reintegración (si aplica) de las
personas que abusan de los opioides.
Cuando las personas están consumiendo/
utilizando el opioide, en muchos casos, no hay un control de la ruta
administrativa, inocuidad de la misma y pureza del compuesto. Esto, como vieron
o verán en publicaciones de este blog, lleva a la susceptibilidad de contraer
distintas patologías, lo cual aumenta la dificultad para tratar y disminuir lo
que ya es una epidemia (ver enlace de Opioid
Overdose Crisis).
Tratamientos con fármacos, psicológicos
e incluso acercamientos multidimensionales (desintoxicación, apoyo farmacológico
y social, entre otros) han ayudado a muchas personas, pero aún no es suficiente
para trabajar la crisis y consigo el sinnúmero de comorbilidades asociadas. ¿Por qué? Puede ser porque
muchas de las personas con la dependencia no acceden voluntariamente a dichos
tratamientos, porque quizá no han reconocido que tienen un problema o patología
asociada o porque no tienen la accesibilidad física (transportación), económica
y/o social para llegar a ellas.
Recientemente, salió
un articulo sobre cómo la regulación y mercadeo de los opioides les ha dado a
pacientes estadounidenses blancos un privilegio particular sobre la
accesibilidad de estos. Dicho suceso, asociado a la sobredosis por opioides, ha
provocado que la expectativa de vida de las personas blancas haya disminuido.
Entonces, con este articulo se revelan dos cosas principales: que hay una
marcada disparidad en el cuidado médico y políticas de fármacos y que el
estigma hacia el abuso de opioides es uno racista y clasista.
Entonces, nos parece importantísimo comprender estos factores para atender
adecuadamente la dependencia de opioides y consigo, las comorbilidades
asociadas. Quizá haga falta un trabajo investigativo psicosocial, antropológico,
económico exhaustivo para luego crear un plan de acción definitivo para los
tratamientos de la “opioidependencia” y demás patologías asociadas a su abuso y
mal uso.
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